El un lugar donde prefiero no acordarme, las personas ciegas las llevan al vestíbulo de la Gran Mezquita, para que pasen el día. Allí rezan, y también reciben peticiones de rezos. Algunos de los ciegos los consideran sabios y se les pide consejo. Un turista estuvo una semana recogiendo consejos. Esta es la historia de los ciegos sabios.

24 abril 2008

El vendedor de gallinas




Si alguien de los nuestros dice: "en nuestra sociedad hay mucho humo y mucho consumo. Que nos hemos vuelto muy materialistas y poco solidarios".


Si alguien de los nuestros dice: "basta de humo, cohetes... y otros fuegos artificiales, y vayamos en busca de la verdad"


Seguro que alguno de los nuestros picaría el anzuelo y diría. "Caramba, este señor esta en pleno auge filosófico". Y... si añade: " Lo voy a conseguir, y vosotros, no os va a quedar otro remedio que seguir sin mi"... hasta podríamos encontrar a algún despistado que equivocadamente le obsequiaría con algún pequeño aplauso.
Resulta muy fácil decir: "Lo conseguiré, aunque me cuesten todas las uñas de las manos y de los pies, y me quede sin dientes". Pero en el fondo, cuando llegas te quedas con la duda, de si aquello era lo mejor.
A veces, de buena mañana, delante del espejo del baño, con el jabón de afeitar listo, y con el estómago hecho polvo por el saco de cacahuetes ingerido y la media botella de güisky, te preguntas, si eso vale la pena.
Mientras me encontraba con estos pensamiento, observaba a un vendedor ambulante de gallinas (supongo que eran gallinas, y no gallos), iba de puerta en puerta vendiendo a los animalitos. Aunque no entendía nada, no me era difícil saber lo que estaba diciendo: "que si son de tal pueblo... que comen solo grano... que andan un montón... " Incluso, si les digo que un buen argumento de venta sería que duermen con el dueño, podría sonar a un comentario gracioso, pero en aquel país, nada más alejado de la realidad.








Seguí andando... me encontré con un cocinero, cocinando en plena calle, así de sorpresa, como si lo que menos te esperas es encontrar un huequecito con un pequeño fogón, y cuatro personas comiendo en el huequecito. Se trataba de un cocinero tal cual, es decir, que cocinaba, nada más, tu compras la vianda, y él la inserta en un palo y lo cocina. El palo se aprovecha para el siguiente.





También conocí (el tiempo lo justo para hacerle una foto y pagar por la misma), a una persona que hacía de modelo fotográfico, se habían montado un negocio de fotografía, había puesto un decorado que simulaba un horno, y con una pala panadera hacía ver que cocía pan. Aquella escena me hizo recordar las estatuas humanas que hay en los centros de las ciudades, que por una moneda, se mueven. Aquí era al revés por una moneda se estaba quieto para que puedieras hacer la foto. O sea, que no paraba de moverse, como si tuviera el mal de san vito, para que no hicieras fotos gratis.









Más tarde vi un parking de burros, tan iguales todos, en la cara y en los arneses que llevaban, que me pregunté, si alguien no se puede equivocar de burro y llevarse a casa otro.







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Todos nos preguntamos alguna vez si nuestro camino es el correcto. Esta ilusión por encontar alguna Verdad, ante tanta certeza y tanta incerteza, hace que lleguemos a creer que somos los protagonistas de algo. Y sólo somos lo que podemos ser: "Soy lo que soy, lucho por lo que soy, y quiero ser un poco mejor".
Desde hace 5 días estoy aquí, hablando con personas que son ciegas, intentanto conocer sus verdades, su sabiduría. Me equivoqué, pensé que una persona, por el mero hecho de ser ciega, ya sabe más.
Al final, la vida te desborda, y te das cuenta que lo que realmente vale, es lo que haces por los demás, lo que dejas.
Vale la pena luchar por alguien que no eres estrictamente tu, que no es estrictamente para tí. Porque esta persona será el testimonio de que tu has pasado por este inmeso hotel, llamado Tierra.
Me encontraba inmerso en estos pensamientos, cuando recibí la llamada de mi esposa, que estaba en no se cual milenaria ruina, en pleno desierto. Me dijo que en esta antigua ciudad es la primera constancia de que una reina (mujer tenía que ser) mandó construir una compleja red para canalizar y distribuir el agua, o sea, para tener el control total del agua. Los habitantes pagaban por lo que consumían, y los que iban de paso, pagaban más. Vaya invento! ya tengo de quién acordarme cuando me llega la factura del gas, que es lo que viene después de la factura del agua.



1 comentario:

Susana dijo...

"había puesto un decorado que simulaba un horno"

Nadie diria que es un decorado. Me encanta esa fotografia.
Y yo me pregunto de donde sacas tantas fotos. Las hiciste tu? las buscas en internet? son realemente preciosas.
Un beso
Leyendas