El un lugar donde prefiero no acordarme, las personas ciegas las llevan al vestíbulo de la Gran Mezquita, para que pasen el día. Allí rezan, y también reciben peticiones de rezos. Algunos de los ciegos los consideran sabios y se les pide consejo. Un turista estuvo una semana recogiendo consejos. Esta es la historia de los ciegos sabios.

05 abril 2008

Cabezota de piel de oveja




Para mí fué un auténtico honor acompañar a aquella persona ciega a su casa. Como cada día, venía un hijo suyo para acompañarle. Yo me uní al regreso. Atravesamos la calle más antigua del mundo, una calle que ya menciona la Biblia, la vi bastante desgastada, hacía años que no invertían nada en adecentar lo que tendría que ser un orgullo nacional. A estas alturas, ya había aprendido, que lo que yo entendía de la vida hasta ese momento, era eso, un pasado.

"El accidente lo tuve en el país de los cedros, en el país de las guerras, de las construcciones y reconstrucciones. Íbamos en el coche dos escoltas, un chofer, mi esposa y yo. Como todos los misiles, vino del aire, avisó que llegaba con un silbido, pero no para evitar la explosión, para avisar que la muerte había llegado, para darnos medio segundo para despedirnos los unos de los otros".
"Fui el único que sobrevivió a la explosión. Quedé ciego. Que para mi fue como quedar muerto".

"Me encontré ciego, con 2 hijos y 19 familias que dependían de mi directamente. No supe que hacer, impotencia, frustración, aislamiento. Empecé a dar órdenes, a que se me explicara todo, estaba todo el día en el negocio, escuchándolo todo, obsesionandome por controlarlo todo. Pero yo sabía que en el fondo no sabía ni podía dominar nada. Llegué a la conclusión que mi peor desgracia no fué la bomba, fue el no saber escucharme a mi mismo. Yo me había convertido en mi peor enemigo".

"Les dije a mis hijos que me iba, que dejaba los negocios, y que me llevaran cada día al vestíbulo de la gran mezquita. Mis hijos me mintieron diciendo que el comercio sin mi no era nada. El primer día que me llevaron allí, fué como un funeral, como una despedida. Les pareció, me pareció, luego supe que fue verdad, porque realmente fue una despedida, fue el día que cambio mi vida para siempre".
Decidí darme yo mismo las respuestas a las grandes preguntas de la filosofía: "¿quién soy yo, a donde voy yo...?"
  • Yo no soy nadie
  • Yo no voy a ninguna parte.

"Me sentaron en una silla, y allí tenía que estar hasta las 6 de la tarde, hora en que vendrían a recogerme. Esperé... tenía que ocurrir algo.... y ocurrió: Vino un buen hombre, me dió una moneda de tan poco valor, que solo sirve para que los niños les den en la tienda 3 pistachos, y me pidió que rezara por su anciano padre, que estaba muy enfermo. Le pedí que me diera la mano, rezamos los dos una primera oración, y me comprometí a repetirla a la llamada de cada rezo.

A los 3 días volvió para darme otra moneda (la que sirve a los niños para comprar 3 pistachos), y me dió las gracias, su padre falleció, pero me dijo que tuvo una muerte dulce. En ese momento entendí que ya era algo, que en mi nueva vida habia dado el primer paso".
Mientras me decía esto, me encontré delante de una tienda de ropa en la que habia un gran espejo, vi toda mi persona reflejada en él. Me ví y hubiera no deseado no verme. Vi que llevaba unos enormes y acoginados zapatos deportivos.... con suspensión incorporada!, como si estuvieran preparados para terremotos. Me ví con los pantalones cortos de tenis (en mi vida había jugado a tenis), luego vi aquella barriga, y vi lo peor de todo... el resultado final de un implante capilar, 4 horas en un quirófano para tener pelo (más bien una especie de lana), parecida al de las cabeza de oveja.