El un lugar donde prefiero no acordarme, las personas ciegas las llevan al vestíbulo de la Gran Mezquita, para que pasen el día. Allí rezan, y también reciben peticiones de rezos. Algunos de los ciegos los consideran sabios y se les pide consejo. Un turista estuvo una semana recogiendo consejos. Esta es la historia de los ciegos sabios.

04 noviembre 2007

Primer quiebro





A Mansur (primo del guía turístico que también se llama Mansur), no le gustó (en absoluto) que la primera conversación que mantuve con uno de los ciegos del vestíbulo a la Gran Mezquita se saliera tanto de lo políticamente correcto. Estuve toda la tarde con una persona había sucumbido al juego y al alcohol, con una pesona que fue inmensamente rica, y también (hasta hacía poco) inmesamente pobre, hasta el punto que su familia terminó por dejarlo todo el día tirado allí, y lo recogía al atardacer, esperando que le hubieran dado algo.


Al final, los familiares que lo habían recogido (con abierrta desgana), no les fué mal cargar con aquel ciego. Tenía carisma, gustaba a la gente, y habia adquirido un cierto renombre y cada día regresaba a casa con más dinero.


Decidí conversar con él porque lo ví dando consejos a una madre y su hija. La madre hablaba acaloradamente señalando a su hija, que estaba empecinada en hacer algo que la familia no estaba dispuesta a consentir.
Al cabo de media hora, cuando la madre ya no le permitía hablar más por el sofoco acumulado, nuestro ciego cogía la mano de la joven y empezó a hablarle, en dos minutos el semblante de la madre cambió y la jovencita empezó a comprender. Al poco rato todo acabó con una madre agradecida, una buena propina y una joven mas que convencida, con el semblante de que se había encontrado con una salida airosa.