El un lugar donde prefiero no acordarme, las personas ciegas las llevan al vestíbulo de la Gran Mezquita, para que pasen el día. Allí rezan, y también reciben peticiones de rezos. Algunos de los ciegos los consideran sabios y se les pide consejo. Un turista estuvo una semana recogiendo consejos. Esta es la historia de los ciegos sabios.

25 octubre 2007

Ser turista... un rollo


Brfff… vaya rollo, que fastidio ir detrás de 17 personas, detrás de un guía turístico empeñado en dar un salto de 3000 años en la historia de su país. Los países del mundo tienen dos mundos, el normal, donde trascurre la vida de los ciudadanos de este país, y sitios donde, a modo de guardería, llevan a los turistas, para que no se hagan daño, para que no molesten, para que puedan comprar cosas que les pueda interesar, ya que los objetos del mundo de la gente normal son aproximadamente los mismos que los de la gente normal de su país.

Como decía, estaba bastante fastidiado, así que convencí a mi esposa para que me dejara ir solo durante todo el día, mientras ella y el resto del grupo iban a visitar las maravillas de hace cientos de años de aquella ciudad. A ella no le hizo ninguna gracia, más que nada porque no le gusta que a la mínima que hago algo gregario, tarde o temprano intento desmarcarme. A Mansur, nuestro guía, de alguna manera no le sorprendió, porque él, como yo, pensamos que la auténtica riqueza de un país esta en las personas, y no en los palacios.

Tenía una consigna muy clara de Mansur: “en este país Ud. ir a a cualquier sitio, en cualquier hora que nadie le va a decir ni hacer nada”. Es una afirmación chocante, porque estábamos visitando un país, sentenciado por el máximo país civilizado como “país del eje del mal”.

Siento una gran fascinación por el mundo árabe-musulmán. Me fascina estar con ellos, ver qué hacen. Me dan mucha envidia porque saben rezar, porque son capaces de ir a lo largo del día sistemáticamente a su mezquita para reencontrarse consigo mismo, o lo que es lo mismo, con el más allá. Cuando observo como un padre y un hijo van a la mezquita, me siento terriblemente decepcionado conmigo mismo, porque yo no se hacer eso, se hacer otras cosas, seguramente mucho más caras o más políticamente correctas, como pagar un montón de dinero en una matrícula de Universidad, pero algo tan simple como enseñar a mi hijo a aprender a saber encontrarse consigo mismo, eso (creo) que no lo se hacer.

Me sentía terriblemente disgustado al salir de una tienda donde intentaron venderme una reliquia supuestamente de miles de años, fabricada en china y que no pasaba de ser una ofensiva imitación.
Paseaba por las calles consciente de que no podía preguntar nada a nadie, porque cuando preguntas algo, al final siempre te conducen a la tienda de alguien que ellos conocen.