El un lugar donde prefiero no acordarme, las personas ciegas las llevan al vestíbulo de la Gran Mezquita, para que pasen el día. Allí rezan, y también reciben peticiones de rezos. Algunos de los ciegos los consideran sabios y se les pide consejo. Un turista estuvo una semana recogiendo consejos. Esta es la historia de los ciegos sabios.

15 junio 2008

La Sal Mágica




El primer consejo que le daría a un hijo, sea adoptivo o propio, o a una persona que conoces por la vida y por razones de edad te sientes con el deber de hablarle con cierto tono paternal, es que nunca llegues a la convicción de que lo que hay es lo que hay y punto, que no hay posibilidad de cambio.

El segundo consejo que daría es que hay que buscar mecanismos propios para resistirnos a la tentación del “pobrecito que desgraciado que soy”. Quiero decir, que tenemos que tener una buena capacidad para saber cómo encajar las cosas que nos vienen, o lo que es lo mismo, que a veces hay que saber renunciar, otras veces saber aceptar, y otras luchar con toda tu alma. Saber distinguir cuando vale la pena renunciar, cuando aceptar y cuando luchar, sería el tercer consejo que daría, pero para este todavía no tengo una respuesta muy clara, se que va por el camino de la intuición, de la experiencia, del conocimiento… y como no… de la suerte.

Los antiguos magos (hablo de magos de los años 50) solían utilizar sal mágica, decían que ningún acto mágico se podía realizar sino era con mediación de un poquito de sal mágica. Así que antes de sacar el conejo de la chistera previamente había echado mano de un salero y había vertido un poquito de sal. Como digo, insistía que si no fuera por la sal mágica, ninguno de sus experimentos funciona.

La vida es así, un montón de años estudiando, o mejorándote, o esforzándote, y si no hay sal mágica, te quedas allí, en el mismo sitio.

Para mí, lo más importante de esta vida es saber recuperarte de las sacudidas que inevitablemente me va a dar la vida. No puedo pretender una vida plana, algo así como “el sueño americano”: marido que llega a las 5 de la tarde de la oficina, (fumador de pipa), que tiene una casa y una esposa y unos hijos (por este orden) superbien (como se dice ahora), y que todo esta asegurado, la esposa vivirá 100 años, los hijos, todos en los mejores empleos de la nación, y la casa, bien repintada cada 5 años.

O sea, que hay que conseguir una verdadera capacidad de encaje, que lo que venga no te hunda.

A los fumadores y a los gorditos, nos va fenomenal no tener esta capacidad de encaje, porque nos permite fumar y fumar, o nos permite comer y comer. Es decir, nuestra vulnerabilidad nos hace engancharnos a algo, hace que cojamos lo que no debemos, que nos autoengañemos. “Me ha pasado esto… pues venga, a devorar la caja de bombones”, “Me ha pasado esto… pues hala a pedir tabaco (paso previo a tener que comprar tabaco).

Mohamed-Simón, el joven ciego que mi esposa y yo hemos adoptado, y cuyo viaje ha financiado un grupo de turistas, pronto va a conocer un mundo nuevo, va a tener un nuevo comienzo.

Querido Mohamed-Simón:
Dentro de 4 días estarás en otro mundo, no te verán como una persona, te verán como un suvenir traído de un país remoto. Te preguntarán cosas, por puro morbo. Lo primero que tendrás que aprender es desaprender tu mundo conocido, ser ciego pronto no te va a servir de nada, porque volverás a ver, ser un buen cantante, de no mucho.
Lo que antes te daba seguridad, ahora será algo que necesariamente debes olvidar, porque sólo te servirá para que la gente continúe creyendo que eres un suvenir.
Te costará años entender, y sobre todo, perdonar, cómo tus padres por la mañana te metían en el vestíbulo de la mezquita y por noche te metían en la cama de una turista.

“Dentro de 4 días empieza la emocionante aventura de hallar un nuevo lugar en tu nueva vida, digo “emocionante” porque si caes en el “pobrecito de mi, que va a ser de mí”, entonces te vas a estropear.

Un cambio como el vuestro va asociado a una nada, por unas semanas, quizás unos meses, estaréis deambulando, buscando a algo a que aferrarse. Aquí es el momento de descubrir cualidades de vosotros que ni siquiera conocíais.

El fin de algo, es el comienzo de otro algo. Así es la vida, un laberinto, un poco de sal mágica, y tener firmeza de seguir, pase lo que pase.

El destino natural de un albañil joven, es ser albañil maduro, albañil viejo y, finalmente, ser albañil jubilado. Pero a veces, contra todo pronóstico, el albañil se vuelca en el estudio y acaba siendo un brillante licenciado, experto en intentar explicar cómo se puede cambiar, ayudando a sus pacientes a eso tan difícil y tan atractivo a la vez como que es que el paciente descrubra por sí mismo su propia capacidad de superar un trauma, y que, además, esta experiencia no sólo sea positiva, sino que sea enriquecedora.

Empezar de nuevo tiene la ventaja que puedes elegir, elegir te impide seguir eligiendo, o sea, que el primer problema de la elección, es que te deja sin la libertad de elegir otras opciones.

Mi psicoanalista con frecuencia me repite esta misma frase (debe estar muy obsesionado, el probre…):
No he conocido a nadie que después de haber superado un trauma, aún después de que este trauma le haya marcado media vida, diga que no ha valido la pena vivirlo. Al final, resulta que es una persona agradecida por lo que le ha dado la vida

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